Cariño
No te quiero por siempre. Te quiero ahorita, no todo el tiempo, y sólo un poco:
lo necesario.
Te quiero en los cafés de la maquinita, en el bar de los viernes, en las pláticas de pasillo, en los mensajes a media reunión del otro lado de la mesa, en mi cama a escondidas entre semana, en mis tobillos que platican con tus hombros y se secretean con tus oídos.
Te quiero nada más por no perdérmelo.
Por no dejar.
Te quiero como usufructo, como uso, como servidumbre de paso, y hasta como habitación.
Te quiero como cuento con final, como medalla de guerra, como experiencia de vida, como anecdotario a futuro.
Como debilidad permitida porque tiene caducidad.