martes, diciembre 21, 2004

DE MORIRSE Y DE MORIRTE

¿Cómo lo imaginas? ¿En un segundo, o por momentos y poco a poco? ¿Con metal en la sien, o tubos en la nariz, o tal vez prensado entre dos asientos? ¿O es que nunca haz pensado cómo te vas a morir?

No es que yo sea suicida, pero no temo a la muerte (al menos no a la mía, la de simples otros me es indiferente y la de los míos… es muy aparte), y pienso en ella de repente. Me intriga el cómo, el cuándo, pero no el por qué, porque a final de cuentas da lo mismo la causa o la razón (aunque generalmente ésta última se pierde antes de, ¿qué más da? Peores cosas se han perdido).

He pensado en morirme, nada más por ver que pasa. Me gusta elucubrar hipótesis de lo que puede suceder. Cuando me han lastimado, cuando siento que merecen una lección, he imaginado que me muero, que me matan, que me arrollan, ya sea un carro, o un frasquito de pastillas con vodka, e imagino también el dolor, las palabras, el remordimiento (no míos por supuesto), y siento una especie de fascinación morbosa y malsana, y de tristeza.

¿Y el alma? Yo no creo en eso, ni creo en un dios, ni en una vida posterior. Morir es un momento, el momento en que lo sabes todo, aunque ya no sirva para nada; es un momento donde ya nada importa, y todo tiene sentido. Sólo me queda imaginar qué va a pasar.

No iba a durar, eso lo sabíamos. Una llama, enorme, tocó cielo, se apagó. Ya no inhalas, no respiras. Ahorita aquí somos, y todo lo que somos es lo único que está; y si después de esto ya nada existe, y todo lo que hay es sólo lo que hacemos, vale la pena hacer cosas buenas, porque a final de cuentas, eso es lo único que hay. No me asusta, me intriga, y pocas cosas son mejores para perder el tiempo que dichas figuraciones.

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