ACERCA DE DIOS
¿Tú crees en Dios? A todos alguna vez nos han hecho esta pregunta, o incluso nosotros mismos lo hemos pensado. Generalmente, profesamos la religión que nos dieron nuestros padres. Yo me digo católica porque me bautizaron, hice mi presentación, fui al catecismo y me aprendí los diez mandamientos para hacer mi Primera Comunión, y mis papás me confirmaron sin avisarme siquiera. Sin embargo, hoy puedo afirmar que no, no creo en Dios.
No creo en Dios porque no me convence, porque uno crece, lee, conoce, y se da cuenta de que las monjitas del colegio nos mintieron, de que los Reyes Magos no eran ni lo uno ni lo otro, y que Dios, como tantas cosas, puede ser considerado un mero mito, una leyenda urbana que ojalá fuera cierta. Y a pesar de eso, creo que es muy válido, e incluso necesario, creer en Él, simple y sencillamente porque en algo hay que creer.
Yo me digo atea, y cada que puedo hablo de Dios. A veces pienso que es un mero reto, retarlo a manifestarse, a que me castigue por blasfema. Hablo de Dios, y me apasiona el tema; sobre todo me encanta preguntarles a los católicos (que son los que más abundan en este país) quién es su Dios, por qué lo adoran, qué les da. La mayoría no sabe, porque creen por mera costumbre, dogma, y por un dejo de miedo que viene de las historias de infiernos y purgatorios.
Personalmente, creo que Dios es un invento, una necesidad. Basta imaginar al ser humano al principio de los tiempos: solo, con frío, con hambre, en una cueva oscura, donde los ojos no alcanzan a distinguir entre las sombras la verdad y los peligros. Rayos, lluvia, fuego, y sobre todo, soledad. Sentirme el único ente entre millones de estrellas es realmente aterrador. Es más fácil inventar a Dios.
Inventamos a Dios el día que tomamos conciencia de nuestra propia conciencia, el día que conocimos la enfermedad, la muerte, la incertidumbre. Cuando alguna de ellas se acerca nos volvemos hacia los rezos, hacia las plegarias (digo, las iglesias no están llenas de viejitos nada más porque sí), y es que a final de cuentas nunca están de más, es la apuesta de Pascal, es un “que tal si…”
Ahora, no sólo está el miedo a lo que somos, sino a lo que seremos. Nos da pánico pensar que esta vida es la única, que una vez que cierran la tapa de la cajita no volvemos a ver. El deseo de trascender es natural a nosotros, es mero instinto, porque nos es imposible resignarnos a quedar suspendidos en el olvido. El cielo o el infierno son, al fin y al cabo, un consuelo, una esperanza, un resguardo, tanto para los que se quedan como para los que se están yendo; y un anhelo por justicia divina.
Le pusimos Dios como le pudimos poner cualquier otro nombre, y creer en Él se vale, se vale porque de algo tenemos que agarrarnos, en algo hay que creer. Los ateos dicen que Dios no existe, y muchos se aferran al humanismo, a la Psicología, al Estado. El que no cree en Dios hace del fútbol su religión, o de las drogas toda su vida, consultan su horóscopo todos los días o van a que les lean el tarot o el café. Son miles los aficionados al yoga, al vudú, al tai chi se cuentan por millones. ¿Qué son todos esos, sino sustitutos del mismo dios de siempre?
Mario Benedetti en uno de sus poemas pregunta: “¿Te importaría la presunción de que si bien tu existes, dios quién sabe?” Me gustaría creer en Dios en las noches de insomnio, cuando más sola estoy, me gustaría creer en Dios cuando nadie más me escucha, porque Dios, o como gusten llamarle, es juez, vigía, padre, salvador y verdugo, porque Dios siempre va a estar ahí, porque pensar eso hace que la inmensidad tenga dimensión definida.
Dios existe porque necesitamos que exista, porque no importa cuánto evolucionemos, siempre tendremos que creer en algo, y algo que no existe no te puede fallar. Dios existe porque nos conviene, porque cada quien puede inventarse el que más le guste y le convenga. No está mal tener fe, lo malo es no saber por qué se tiene. Yo no creo en Dios, pero me encantaría que Él viniera y me demostrara lo contrario.
No creo en Dios porque no me convence, porque uno crece, lee, conoce, y se da cuenta de que las monjitas del colegio nos mintieron, de que los Reyes Magos no eran ni lo uno ni lo otro, y que Dios, como tantas cosas, puede ser considerado un mero mito, una leyenda urbana que ojalá fuera cierta. Y a pesar de eso, creo que es muy válido, e incluso necesario, creer en Él, simple y sencillamente porque en algo hay que creer.
Yo me digo atea, y cada que puedo hablo de Dios. A veces pienso que es un mero reto, retarlo a manifestarse, a que me castigue por blasfema. Hablo de Dios, y me apasiona el tema; sobre todo me encanta preguntarles a los católicos (que son los que más abundan en este país) quién es su Dios, por qué lo adoran, qué les da. La mayoría no sabe, porque creen por mera costumbre, dogma, y por un dejo de miedo que viene de las historias de infiernos y purgatorios.
Personalmente, creo que Dios es un invento, una necesidad. Basta imaginar al ser humano al principio de los tiempos: solo, con frío, con hambre, en una cueva oscura, donde los ojos no alcanzan a distinguir entre las sombras la verdad y los peligros. Rayos, lluvia, fuego, y sobre todo, soledad. Sentirme el único ente entre millones de estrellas es realmente aterrador. Es más fácil inventar a Dios.
Inventamos a Dios el día que tomamos conciencia de nuestra propia conciencia, el día que conocimos la enfermedad, la muerte, la incertidumbre. Cuando alguna de ellas se acerca nos volvemos hacia los rezos, hacia las plegarias (digo, las iglesias no están llenas de viejitos nada más porque sí), y es que a final de cuentas nunca están de más, es la apuesta de Pascal, es un “que tal si…”
Ahora, no sólo está el miedo a lo que somos, sino a lo que seremos. Nos da pánico pensar que esta vida es la única, que una vez que cierran la tapa de la cajita no volvemos a ver. El deseo de trascender es natural a nosotros, es mero instinto, porque nos es imposible resignarnos a quedar suspendidos en el olvido. El cielo o el infierno son, al fin y al cabo, un consuelo, una esperanza, un resguardo, tanto para los que se quedan como para los que se están yendo; y un anhelo por justicia divina.
Le pusimos Dios como le pudimos poner cualquier otro nombre, y creer en Él se vale, se vale porque de algo tenemos que agarrarnos, en algo hay que creer. Los ateos dicen que Dios no existe, y muchos se aferran al humanismo, a la Psicología, al Estado. El que no cree en Dios hace del fútbol su religión, o de las drogas toda su vida, consultan su horóscopo todos los días o van a que les lean el tarot o el café. Son miles los aficionados al yoga, al vudú, al tai chi se cuentan por millones. ¿Qué son todos esos, sino sustitutos del mismo dios de siempre?
Mario Benedetti en uno de sus poemas pregunta: “¿Te importaría la presunción de que si bien tu existes, dios quién sabe?” Me gustaría creer en Dios en las noches de insomnio, cuando más sola estoy, me gustaría creer en Dios cuando nadie más me escucha, porque Dios, o como gusten llamarle, es juez, vigía, padre, salvador y verdugo, porque Dios siempre va a estar ahí, porque pensar eso hace que la inmensidad tenga dimensión definida.
Dios existe porque necesitamos que exista, porque no importa cuánto evolucionemos, siempre tendremos que creer en algo, y algo que no existe no te puede fallar. Dios existe porque nos conviene, porque cada quien puede inventarse el que más le guste y le convenga. No está mal tener fe, lo malo es no saber por qué se tiene. Yo no creo en Dios, pero me encantaría que Él viniera y me demostrara lo contrario.
3 comentarios:
Rod Comenta..... No se te hace como que una de las razones por las que no crees en Dios es q te da flojera q te hayan impuesto una religión como la católica? a lo mejor su tus papás hubieran sido budistas o algo así.. creerías en Dios... no sé.. es solo un comentario jajajajaja
mi querida y estimada maga porque no mejor te cuestionas si has sentido a D-os?
Querida Magis,
jaja, ese Yagu es un chamuquin!, o te conoce algo =D
Los dioses son para los mediocres y estrechos de mente, que son la mayoria. Creen en dioses los ignorantes, los miedosos, los debiles de caracter, los borregos, los sumisos.
O que, la medicina y las ciencas son pendejas?. Cuando te enfermas, pos vas al medico, no?, o vas a la capilla para que te echen agua maldita y te cures?, creo que no!
Porque crees tu, Magis, que algunas religiones, las mas listillas, invierten mucho en investigacion y ciencias, y preparan intensamente a sus apostoles.
Vivimos entre cretinos miedosos y pusilanimes, debido a la ignorancia que permiten les domine; pero entiendo que las religiones son necesarias para mantener controladas a las ignorantes bestias, capicci?
Distingo entre el bien y el mal, me inclino mas por el primero aunque a veces mi fiera se aparece, y sin mas, me domina, jaja!
Saludos y felicidades por los 5!
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