Hit me

Es sentir una invasión total y absoluta a tu cuerpo, una conquista momentánea. Es descansar en la derrota, es ver el cabello sobre su rostro, la mirada que te traspasa y ve la almohada, el suelo, la silla, la pared.

Momentanea y simultáneamente permites, dejas, incluso pides un instante de subyugación, y que como Lucía (cuando no se llama Lucía), que se alcanzaba un momento a su placer y se adhería y lo prolongaba, te desesperas, y muerdes y gritas hacia adentro y sientes y sientes y sobre todo sientes.

Y es la espera, y es el preámbulo, y es la negación, y es la anticipación. Es otorgar el permiso provisional a un cuerpo extraño para habitar en el tuyo (por un momento que se prolonga y te desespera). Ceder es bajar las manos, aceptar las condiciones y los riesgos. Arriesgar es tentar, la curiosidad me ha llevado a lugares ciertamente extraños.

Y al momento de hacer cuentas, estás rota
y ostentada
y tenida
y totalmente abandonada de ti misma
y con tanta tanta nostalgia de ti
(pero no como aquellos momentos en que estoy totalmente sola y totalmente hueca de ti).

La posesión supone la pertenencia. No se me ocurre otra forma de estar más poseída, no se me ocurre otra forma de pertenecerte más.

Por esos señores,
me confieso fanática de la penetración.