domingo, noviembre 30, 2008

Mujeres mentirosas

Cuando estaba en la primaria, una compañera me contó que en el baño de las niñas vivía un mounstruo, y que si iba sola me iba a agarrar con su mano peluda. Le creí y me pasé todo el segundo grado aguántandome las ganas. Hasta que me enfermé del riñón y entre lágrimas le conté a mi mamá que tenía miedo de ir al baño porque me iba a pasar algo.

Cuando estaba en cuarto la madre Silvia Patricia me regañó porque iba a enfermarme de mis partes íntimas (en sus propias palabras) porque nos cachó resbalándonos de trenecito por la rampa. Hasta la fecha ignoro qué tipo de enfermedad puede contraerse por andar con tu jumper y tus licritas sobre los mosaicos.

Cuando estaba en sexto mi mejor amiga les dijo a mis otras amigas que yo había dicho un montón de cosas acerca de ellas. Obviamente no era cierto. Luego me dijo a mi que estaba arreglando las cosas pero que yo tenía que admitir que sí había inventado todo para que me volvieran a juntar. Me tuve que conseguir amigas nuevas.

Hace algunos años, platicaba con una de mis mejores amigas acerca de mi entonces novio, y le decía que no estaba segura si me convenía seguir con él. Ella no sólo apoyó mi idea de que él no me convenía, sino que me convenció de que era un asco de persona y que yo merecía algo mejor. En una cosa tuvo razón, en eso de que era un asco, aunque seguramente eso lo dedujo mientras se acostaba con él a mis espaldas.

Hace menos años le pregunté a otra de mis buenas amigas si estaba saliendo con alguien que a mi me gustaba. Ella me juró que no era cierto. Creo que el resto ya no se los tengo que contar.

Cuando tenía 10 años mi papá atropelló a mi conejo y me dijo que se lo había llevado al veterinario con su esposa a tener hijitos. Nunca me llevó a conocer a los bebés de Bolita por más que le rogué.

Las mujeres mentimos para intimidar, para encubrir, para tener poder, y la mayor parte de las veces para conseguir.

Al menos los hombres que me han mentido ha sido por piedad. En ocasiones por lo menos.

martes, noviembre 25, 2008

Shake the stress away (8)

- Ya tranquilízate.
- No me dejas divertirme.
- Es que no inventes, si quieres mejor nos lo llevamos.
- Así de malas no quiero nada.

Mi amigo no me deja tener cosas bonitas.

jueves, noviembre 20, 2008

Time goes by

El domingo me encontré a una de mis maestras favoritas de la prepa en un restaurante. Me emocionó verla, con mi voz de enfisemica terminal no pude platicar mucho con ella, pero sí me preguntó qué hacía, si ya me había graduado, dónde trabajaba, si me gustaba lo que hacía. Toda cherry, o tan cherry como mi cuerpo me lo permitió, le pregunté:

"Y tu bebé, ¿cómo está?"

"Uy ya estás vieja, ¡ya tiene ocho años!"

Chale...

lunes, noviembre 17, 2008

¿Por qué no me cae un rayo y me salva de tanta aburrición?

Estoy totalmente afónica, literal. No puedo hablar aunque quiera.

Este fin de puente me la pasé encerrada. Iba a ir a ver los globos... pero neh, qué flojera, y luego agonizando y con tanto frío, menos. Nunca me había pasado esto de no poder hablar, lo único bueno es que tengo pretexto para drogarme con theraflu todo lo quiera y nadie me puede juzgar.

Para completar el patetismo de mi fin de semana, renté la de 27 Dresses... sí, así de triste fue. Obviamente entre mis kleenex llenos de virus, las palomitas y mi miseria personal me proyecté, salvo por el hecho de que yo nada más voy a las bodas, líbrenme las fuerzas superiores de andar en el comité organizador, soportando novias psicóp... digo, a mis amigas adoradas en sus picos máximos de stress.

La cómplice de mis más recientes crímenes se casa en mayo, la maldita desertora. Su novio le dio el anillo de sopresa (que si me lo preguntan más bien fue justo a tiempo y gracias a ese instinto que juran no tener). Va a ser en la playa, y como me suele suceder, no tengo con quien ir, o mejor dicho, no quiero ir con quien podría, pero bueno, voy a tomarlo como festejo cumpleañero por adelantado, care to join me love?

(Que por cierto en el trabajo me andaban mandando a vivir a una ciudad HORRIBLE y llena de polvo, pero siempre no, y yo respiré aliviada. Lo único que hubiera rescatado la situación es mi non novio, pero bueno, ya no hubo necesidad de hacerla de damsel in distress).

viernes, noviembre 14, 2008

Get a bandage

Algo en común que tienen todos los hombres que me han gustado (pero que me han gustado de verdad), son las cicatrices, y no me refiero a las emocionales que los pueden hacer tan desequilibrados. Hablo de las físicas, de las que les quedan en los brazos, en las cejas, a media espalda.

El cuentista tiene una cicatriz por toda la pantorrilla derecha, se cayó de chiquito sobre una mesa y se cortó con un vidrio. El de mi letra tiene una en la ceja, se cayó de un árbol cuando intentaba entrar a su casa muy borracho por el techo. El abogado tiene una en la frente, que de repente se le confundía con las rayitas, supongo que le pregunté cómo se la hizo pero no recuerdo. Mi amor eterno cuasifraterno tiene una casi al ladito de la sien. El hombre atormentado casi muere atropellado, y eso le dejó una cicatriz profunda en el brazo derecho que cada que la veo no puedo evitar imaginarme entre su cuerpo y una pared.

Me gustan las cicatrices porque te cuentan cuentos. Me gusta pensar que son luchas contra demonios, contra brujas, contra su reflejo, contra los malos y buenos sueños. Prefiero preguntar por ellas antes que por sus planes, o por sus miedos. Me gustan porque son parte de ellos de una manera tan orgánica y tangible, y porque por alguna extraña razón siempre van a recordar cómo, cuándo y por qué, o por quién.

Me encantan esos pequeños y perceptibles testimonios de sus historias bajo mis dedos.

martes, noviembre 11, 2008

Por las muertes inconclusas

Estuve brindando con el hombre atormentado por los momentos incómodos, por lo que no va a pasar y como bien dijo él, por las muertes inconclusas. Supongo que eso de que me cele y yo lo cele y además provoquemos lo anterior es por demás enfermizo y a estas alturas absolutamente innecesario.

Ese hombre me gusta tanto para que me joda la vida que me voy a enfermar.

domingo, noviembre 09, 2008

El baúl de los ositos

Cuando comencé a salir con el niño bueno, y yo como que medio daba mi brazo a torcer pero todavía estaba con el cuentista, y es de todos sabido que yo seré muchas cosas, pero no una mujer infiel, y que por todo lo anterior (entre otras cosas) le decía que no, él tenía demasiada urgencia porque las cosas se dieran, porque según el individuo llega un punto en que si sales con alguien y nada más nada, ya después no se puede porque lo ves sólo como amigo, digamos que pasa el momento. Obviamente le di el avión (para empezar), y le aseguré que eso no tenía por qué pasar.

Que al final sí pasó, ja.

Ahorita platicando con un amigo, me decía que tenía que cambiar de amigas porque cuando sale con las actuales obvio no lo pelan porque se dedican a escanear el lugar. Yo le decía que a veces cuando ya es muy tu amigo no lo ves de otra manera, es casi imposible imaginarte a tu super friend encima de ti y que de hecho sea una imagen con la que puedas guiar a tus deditos mientras practicas tu deporte favorito.

"Ay eres tan lindo, y tan bueno, y tan perfecto" Por eso no te voy a abrir las piernas. Como dice él, entras en el baúl de los ositos, y salir de ahí está muy cañón. No digo que no puedan pasar las cosas (sobre todo con unos tragos coquetos encima) pero es muy difícil, se siente como incestuoso, lo juro, es como besar a tu hermano, y yo no tengo uno pero supongo que no debe sentirse nada bien.

Aunque este fenómeno generalmente se presenta cuando de entrada tu amigo no te mueve absolutamente nada, también puede darse el caso de que tu primera impresión haya sido "Ah pero cómo no, con todo gusto", pero después de convivir con él es super cutie, y super buena onda, y todo sensible, y hasta te acompaña de shopping cuando el desgraciado en turno se queda tomando cheves con sus amigos patancitos genéricos.

Error, error garrafal corazones. No dejen pasar demasiado tiempo, porque llega un punto en el que ya no hay vuelta atrás y siempre serán vistos como peluchitos amorosos e inofensivos... sí, inofensivos.

miércoles, noviembre 05, 2008

La vida es la mejor escuela

Me quedé pensando en la fobia que les platicaba en días pasados, y recordé la única vez en que no me he puesto toda loca porque me inyecten.

Hace varios años tuve mi primer (y prácticamente único) susto mortal considerado el parteaguas que marca cuando dejas de ser una niña para convertirte en una mujer (sí, como la de la canción de los Ángeleeees Azuleeess zules zuleeees): la primera vez que no te baja, y que SABES que puede significar un emocionante futuro de pañaleras, biberones y gerbers para los próximos 18 años.

Ya no estaba yo tan chiquita, empecé a mi vida sexual relativamente tarde (de ahí mi urgencia por reponer el tiempo perdido). Tenía una semana de atraso, y OBVIAMENTE estaba absolutamente paranoica, mi bello y desvirginado cuerpo lleno de pánico, pero PÁNICO en serio, de ese que hace que no puedas pensar en otra cosa, que estás viendo la tele, o comiendo y sólo puedes pensar en ESO. Mi entonces novio maldito (nada más que yo todavía no sabía que era maldito, se estaba esperando para deslumbrarme con todo el esplendor de su desgraciadez) me abrazó y me dijo "No te apures, si estás nerviosa nunca te va a bajar, relájate"... ¿Relájate? ¿Relájate hijo de la chingada pedazo de escoria infrahumana malditasealahoraquetecruzasteenmicamino?

Por eso nadie los quiere desgraciados.

Total que yo obviamente no me iba a "esperar" a que me bajara, si no era una pendeja... bueno, no completamente por lo menos. Tampoco le podía contar a mi mamá porque yo era tan buena hija y estudiante ejemplar, cómo iba a ser posible, pobre de ella, tan amorosa, y con una hija tan golfa (que ahí todavía no era golfa, apenas se vislumbraba a lo lejos mi gran potencial). Le hablé a esa amiga que todas tenemos y que sí sabe de la vida para que me acompañara a un doctor, o me diera pastillas abortivas, no sé, la neta ahora que lo pienso no tenía idea de lo que esperaba de ella.

Aquí es donde entra eso de que ni mis fobias fueron más fuertes que mi miedo: aguanté seis pinches inyecciones (sudando frío y llorando casi en silencio), mi amiga hasta me dijo qué decirle a la monja enfermera si me preguntaba para qué me las habían recetado, me dio el nombre de un ginecólogo... no no no, iba más preparada que para el Ceneval.

Cuando fui por la última, la enfermera maldit... digo, la monja benefactora me dejó la pierna dormida y me duró como dos días. La neta tomé las pinches inyecciones como penitencia por ser tan pendeja y dejarme convencer de que "Ay ándale, si no pasa nada, te juro TE JURO que me vengo afuera"

Pedazo de pendejo.

Pasó un día... dos... ya andaba pensando cuál sería el mejor (o el peor, que pal' caso es lo mismo) momento para romperles el corazón a mis sacrosantos papis. Iba a acompañar a mi mamá a no sé dónde diablos, entré al baño...¡Y MILAGRO! En mi pinche vida había sido tan dichosa. Brinqué de felicidad, lo juro, literalmente brinqué de gusto y fui feliz forever.

Bueno, no forever, creo que todavía me aventé otros dos sustillos menores (en otras palabras, paranoia innecesaria) que no trajeron mayores consecuencias... ah no, y una vez que iba a demandar a los del parche anticonceptivo primero por manutención cuando naciera, y cuando por fin me bajó por stres emocional.

Con el tiempo llegué a la conclusión de que todo mi drama había sido innecesario y nada más no me bajaba porque a las fuerzas superiores les gusta divertirse con el tormento de mi alma, snif.

Total que tiempo después de mi traumática experiencia, un día me marca una amiga con esa voz de pánico "No mames guey, ¿qué hago?" Me había convertido en esa amiga. Wojo!

(Claro que para ese entonces sí se me prendió el foco de antes de hacer tanto drama y empezar a experimentar con drogas y tés de orégano, ir por una pregnancy test, ja).


Nota: A él lo hice esperar tres semanas
para decirle que ya me había
bajado... ah fue tan divertido.

domingo, noviembre 02, 2008

Drunk call

Ayer me marcó el ex como a la una de la manaña.

Estaba increíblemente borracho... rarísimo, yo sé.

Supongo que primero me marcó al radio, y como ya no lo tiene porque lo cambié, se le hizo de lo más lógico marcar a mi casa. Como ya sabemos, las fuerzas superiores me odian y justo tenía una cenita y a mi ahora ex novio (¿qué a qué hora tuve novio? pssss así me las gasto, pero ya no tengo así que equis) en la sala.

Se puso a cantarme te vaaas porque yo quieeero que te vaaayas (y yo pensando que había sido porque nos agarrábamos de la greña todos los días). Lo escuché tantito, me marcó de su casa, así que me despreocupé y lo mandé a dormir.

Una vez mi mejor amiga me agarró a patadas (con todo y tacón teibolero) porque no le quise devolver su cel. la muy bitch. Con la claridad que sólo la cruda puede darte, reconoció que me debía una.

Por eso cedo todos los derechos sobre mi teléfono cuando ya alcanzo cierto estado de interdicción.