Ya no tengo amigos

Es neta.

Me di cuenta porque hace como tres meses cambié de teléfono, bueno, no cambié, saqué el radio y conservé el celular pa' los mensajitos... y un día de estos caí en la cuenta de que mi celular ya nunca suena y yo no le he dado el número del radio más que a las personas que frecuento o que me he encontrado.

Conclusión: ya no tengo vida social. Al menos no como acostumbraba.

Podría tomar mi parte de la responsabilidad, por aquello de que ya soy una señora de esas que el sábado en lugar de irse a emborrachar como dios manda y conocer intrigantes desconocidos que terminan en aventurillas de una noche, va a cenar y al cine y la regresan a su casa después de un casto beso donde el amor y la ingenuidad se funden en un instante poético.

En realidad, mis amigos ya no me hablan por tres razones:

Mis amigas porque como ya no tengo historias de aventura, calentura y decepción mis pláticas han dejado de asemejar novelas de televisa, pero menos risibles, con más acción y 25% más pruebas de paternidad. No es divertido que cuando te preguntan "oye ¿y qué onda? ¿qué me cuentas de tu vida amorosa?" Una conteste "Pues nada, sigo con *****, ya llevamos ***** meses, super bien" "Ahh, qué bueno, qué padre, ya te lo merecías" Porque, claro, después de años de historias fabulosas y fantásticas donde cada sábado teníamos un personaje(s) ambiental(es) diferente(s), tanta tranquilidad duerme a cualquiera. Ahora soy yo quien tiene que vivir de historias prestadas, snif.

Mis "amigos" porque, afrontémoslo, sin la parte en que nos reconocemos los lunares, no tenemos nada de que hablar, y neta, ¿quién va a salir con ellos únicamente por el placer de su compañía? Ni sus madres, me cae, al menos en cuanto a la mayoría se refiere (que ni que fueran tantos, pero en fin).

Mis amigos amigos, porque... bueno, ellos sí porque ya me han invitado tantas veces y a tantas he dicho que no que se han dado por vencidos. La verdad es que saliendo con ellos extraño a mi novio, y si lo llevo, aunque se lleva bien con ellos, dejo de prestarles atención.

Lo cual explica la dependencia absurda y enfermiza que he estado desarollando. Con decirles que me he vuelto celosa y posesiva. Sí, yo, pero de eso no hablemos porque ni yo sé qué me sucede y cada que lo pienso me dan ganas de estrellarme repetidamente contra la pared, a ver si se me acomoda el cerebro. Lo peor es que me doy cuenta de las ocasiones en que me vuelvo lugar común, y no puedo reprimirlo. Odio ser así, me causo repugnancia y si me veo al espejo me dan ganas de escupirme.

Por eso, como diría la D'alessio, Hoy voy a cambiaaar (8) O al menos a intentar recuperarme, lo peor del caso es que hay días en que soy genuinamente feliz, por mucho que la felicidad me cause mareos y me saque ronchitas.