Día de enero

Te podría contar esta historia de muchas maneras.

Te podría contar que desde el momento en que te ví escuché música y volaron mariposas, lo cual es muy estúpido porque al menos yo nunca he visto una mariposa de noche y con frío.

Y la verdad sea dicha, no recuerdo exactamente cuándo fue la primera vez que te vi. Ni siquiera recuerdo cuando nos presentaron.

Te la podría contar como cuento con princesas y dragones y príncipes y brujas. Podría contarte que eres un príncipe que rescató a una princesa.

Podría si me hubieras rescatado de algo. Pero no.

Ciertamente no puedo decir que me conquistaste con detalles. Tampoco es que yo haya ofrecido demasiada resistencia.

(Aunque casi podría admitir que you had me at the hello -no exactamente hello, yo me entiendo-, el décimo ó doceavo, para mi cuenta igual)

Podría contarte que te busqué y te acosé porque me dijiste que no (y cómo carajos no).

Pero el que me robó un beso, varios besos, fuiste tu.

Podría decirte que eres lo que me hace feliz... si no fuera increíblemente estúpido que una sola persona te haga feliz (no funciona de esa manera).

Tal vez podría contarte que esperé toda mi vida a alguien como tu. Podría si no fuéramos tan adecuadamente inadecuados y si tú no fueras tantas cosas de las que tanto me escondí.

También te podría contar que sólo se suponía que fueras mi acostón de esa noche.

Bueno, sí se suponía.

Te podría contar esta historia como si fuera mágica y fantástica y única.

Pero es mejor que todo eso, es mía.

Supongo que puedo contarte de muchas maneras también, contarte de a poquito, a ratitos, y con cuidado.

Podría contarte y re-contarte (y si se necesita hasta inventarte).

Pero no tengo que. Te tengo a ti.

Ahora, recuerda que eres una historia mía, así que te voy a contar igual.

Despacito, suavecito, con saliva y de a poquito.