viernes, diciembre 09, 2005

Ya es un mes que nos dejaste y me duele igual que la última vez que te ví, con tu guayabera blanca, tus cigarros en el pantalón, los ojitos cerrados, el bigote cano, la nariza un poco más hinchada.

Hay tantas cosas que me hacen recordarte. Rebe se trajo tu sombrero, el gris, ¿y sabes algo? Todavía huele a ti, y cada que lo aspiro casi siento que voy a voltear y te voy a ver, y te daré un abrazo, y todo estará bien. O el sábado que fuimos a comer a Italinni's recordamos tu cumpleaños, y el domingo que compré cajeta me acordé de la vez que Magda te impidió que le echaras una cucharada enorme a la fruta otro domingo en las Lolas. Y así. No tienes idea de cómo te extraño.

Eres mi mayor pérdida. Todavía no te perdono que no te hubieras esperado un mes más. Después de la misa del miércoles fuimos a tu casa. Me da escalofríos entrar, no puedo estar más de diez minutos, está más allá de mis fuerzas. No puedo llorar porque me delatan las manchitas rojas alrededor de mis ojos, y a mi amor le duele su corazoncito (y es que él cree que soy muy fuerte).

Eres, junto con otro, el único hombre que me ha amado incondiconalmente por el simple hecho de existir. Te extraño demasiado, y pienso que tuve que haberte abrazado más, y tuve que... pero no voy a empezar con los remordimientos de quien no te quiso en vida, porque no es así, es sólo que es muy difícil, es que te extraño mucho, mucho mucho.

Y luego todavía me preguntan por qué odio diciembre.