Lo juro y lo perjuro y lo prometo y...

Hay veces que creo que no tengo perdón de las fuerzas superiores... es entonces que me doy cuenta de que mi cabecita me estalla con todo y la venita esa que seguramente se encuentra enmedio de mi frente (sé que está enmedio porque la siento brincar), de que mi boca sabe a cenicero aun después de veinte pasadas del cepillo eléctrico y media botella de listerine, de que todo el cuerpo me duele y son las diez de la mañana y mi papá ya está duro que dale que es tarde y que me levante a desayunar, y también me doy cuenta de que falté a la clase de spinning que es necesaria para el mantenimiento de mis piernitas, las cuales por cierto están bien adoloridas porque me rehuso a separarme de mis tacones de aguja, que ahí siguen, más no mis aretes porque por alguna extraña razón siempre pierdo uno en las noches en que no pierdo algo más, y les contaría de las veces que el tequila y yo nos encontramos pero tengo una imagen (ja!) que mantener... y ahí juro como tantas veces que no lo vuelvo a hacer y que por favor un agua mineral, o por lo menos un gatorade, y me doy cuenta también en estos momentos de epifanía de lo débil que me permito ser cuando mis debilidades favoritas (como lo fue él algún día) se me presentan, y me excuso y me digo que no lo vuelvo a hacer cuando bien sé que no es así, y pienso que es porque soy débil y me lo reprocho, y maldigo las debilidades, y lo maldigo a él, y a mi puta estampa como decía mi abuelo el que era charro.